Mi nueva vida, implica, nuevos compañeros de senderismo, nuevos compañeros para el camino, nuevos caminos, nuevas piedras y paisajes... Distintas conversaciones...
El paisaje era árido y el sabor amargo en mi boca, era penetrante. Me recordó a mi última salida como senderista, en el CabeÇó d'or, el día después del cumpleaños más triste que he tenido. Ha pasado un año y medio con sus meses, sus días, sus horas, sus segundos... Pero parece una eternidad.
También observé cambios en mí. Me sigo aislando del grupo, contemplando sólo lo que a mis ojos es sagrado; sigo alejándome para mantener un diálogo coherente, estar en comunión conmigo misma y poner los pies en el suelo. Pero ahora no camino rápida, observo dónde pongo cada uno de mis pies, medito cada uno de mis movimientos, y gracias a ello, no di con los dientes en el suelo ayer. A ésto le daba vueltas, cuando me he dado cuenta, que esa nueva cautela, también impidió que hace poco no diese con mis huesos y mi alma sobre el duro cemento.
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