miércoles, 25 de enero de 2012

Crónica de un viaje anunciado...

23 de enero
Cruzo la estación, con paso firme. Un rosa pálido tiñe el cielo. No hace frío, y de repente, mi vida, tiene algo de brillo. Sí, es cierto, brilla, como ese cielo que corona sereno, el horizonte. Sonrío.
Poco después de subir al tren, miro fuera y todo es oscuro... No puedo ver el paisaje, así que cierro los ojos, y me quedo con la planicie nevada que me quedó grabada el otro día. Respiro con serenidad, estoy bien... vuelvo a respirar.
Atocha duerme... está calmadita, como un bebé recién dormido; manso, aletargado.
Un tropel de luces de neón me dan la bienvenida... "La ciudad de la imagen...por esta noche, tu casa". Irremediablemente, se me abre la boca de par en par, como una niña pequeña...
Una buena cena, unas risas, una habitación limpia y paz... mucha paz. Paseo desnuda... veo Madrid a mis pies. Me siento viva.
Acabo de escuchar una frase, que me merece digna para un día como hoy " en esta vida, lo único que se necesita, es un poco de calor en el momento adecuado".
Cuánta paz se respira...
Luces de neón, una cama mullida, un estómago saciado, una habitación calentita.
Buenas noches, Madrid; descansaremos juntos, una vez más...

24 de enero
Me despierto, después de una noche tranquila y placentera. Mi sueño ha sido tranquilo, reposado... dulce, a pesar de haberme despertado varias veces durante la noche.
Aún Madrid no ha encendido sus luces, cuando yo entro en el cuarto de baño y me sumerjo por completo dentro de la bañera. Floto entre el agua caliente y la espuma. No pienso, sólo dejo mi cuerpo sumergido y mi cabeza templada. Al salir froto mi piel con mimo. Estoy viva.
Para desayunar, todo lo que mi paladar pueda desear... pero elijo zumo de naranja, té con leche, yogur con miel y nueces, tostada con jamón serrano y queso manchego y tortitas de arroz bañadas en chocolate y coco.
Después, el día discurre entre buenos compañeros, en un ir y venir de risas, nervios y bromas, con un resultado que sabe a ambrosía en mis labios.
Hoy, he sentido, que soy una igual. No me he sentido, ni inútil, ni pequeña... era una más. Hoy, me he sentido orgullosa de mí misma.
Madrid me despide con una hermosa luz brillante. El cielo está azul y alegre. Hay una fortaleza rectangular con cuatro torreones, preciosa. Y cómo no, las eternas torres de acero a mi izquierda. No sé por qué, pero sé que estoy enamorada de Madrid.
Algo me llama la atención... las parejas. En concreto, ha sido una, que, apoyada en una columna de Atocha, se comía a besos, sin prisa, con parsimonia, entrelazando sus manos. Otros dos, se despedían efusivamente a través de la cinta de seguridad, sin dejarnos avanzar al resto de solitarios pasajeros.
He observado atentamente estas escenas con curiosidad, con cariño. Hasta que me he topado con mi propia realidad, algo triste, cabe añadir. La única vez que he vivido algo similar, fue, cuando alguien, me dejó en el aeropuerto una mañana, y antes de embarcar, me besó y me acarició la mejilla. Ha sido la única vez que no he sentido pánico a volar. Aquel roce en mi mejilla podría haber sanado cualquier cosa en mí. Aquel roce me pintó una sonrisa que tardó en borrarse... pero que tampoco ha vuelto a aparecer. No importa, algún día, volverá a florecer. Algún día, alguien, cuidará para que mi sonrisa no vuelva a marchitar.
Un ángel me espera en la estación de trenes, con la esperanza de verme sonreír, de nuevo... Parte de mí, se ha quedado anclada por Almansa, cuando me asomé al vacío y la oscuridad que ofrecía la puerta y me suscitó una pregunta... "y si..."


Dejo, esta canción, que se me enreda en la lengua cada vez que piso Atocha, que me hace contemplar con detenimiento lo que me rodea y un sutil escalofrío me recorre la espalda. Un 11 de marzo, tras ver cómo la vida es algo efímero, yo tecleé con prisa en mi móvil, lo solté como si quemase, e inmediatamente, me lancé por un precipicio, del que no he dejado de descender, cada vez, con más velocidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario