martes, 10 de enero de 2012

Someone I used to know

Me miro al espejo, con el pijama y la bata blanca, y no me veo tan diferente de aquella foto de la niña de cuatro años que posaba seria para una foto mientras sostenía unas piezas acoplables… Recuerdo que no le entendía… me apretaron las coletas, me sentaron casi a la fuerza en una silla, pusieron una piezas en las manos y con prisa me dijeron “Sonríe”. No sonreí, no sentí que tuviese que hacerlo.
De pequeña me reía más y hablaba algo menos. Ahora, algo más madura, tengo una lengua viperina e incontrolable y la risa hueca.
Recuerdo a la Inés que iba a clase escondida detrás de una carpeta… carpeta que fue mudando, pasaba por las clásicas malvas, a florecillas azules, cuadros, Bon Jovi… y negro. Creo que viendo la evolución de mis carpetas, se puede ver una evolución clara de mi interior.
Me costaba abrirme, pero cuando me abría a alguien, era toda una algarabía… Qué me ha pasado? Se pregunta la Inés adulta al volante, la Inés que mira de reojo el buzón temerosa de la implacable ira de Iberdrola.
Tengo un recuerdo en particular que hoy estoy paladeando; a mí, tumbada sobre la cama con las sábanas de verano, fresquitas y con olor a limpio. Sería mayo… junio… observando a hurtadillas al chico que me gustaba que estaba en la tienda de abajo. Algo que me explotaba dentro del pecho… La luz anaranjada que se colaba a través del toldo, el olorcillo incipiente a verano, a polos de flash. Aquel chico sudoroso de ojos verdes que dejaba la mochila en el alfeizar de la ventana mientras bebía coca cola con sus amigos. A mí garabateando en una libreta que había ganado en un concurso de dibujo, y que para mí era algo sagrado.
Qué pequeña, qué insignificante, qué invisible me sentía…
Ahora sé, que eso que sentía en mi pecho era felicidad pura. Ojalá lo hubiese sabido entonces.


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