martes, 9 de abril de 2013

Mi día de mona, evoluciona

Para empezar debo decir, que para mí, el día de mona, siempre ha sido de gran relevancia; casi tanto como el de mi cumpleaños... cómo cambian las cosas.
Os cuento por qué. Para mí, siempre ha sido casi religioso, quedar con mis amigos y salir al campo, a la playa, de acampada... lo que fuese. Y aquí, viene el "pero"... Hace dos años, cuando comencé mi transición, mi segunda mona cayó, y jamás lo olvidaré, un 25 de abril. Esa fecha es el cumpleaños de ese gran amor... sí, de ese. Me quedé en casa, llorando y suplicándole que me dejara verle dos minutos para así darle el abrazo que creía se merecía. Ahora me recuerdo, débil, pusilánime, llorando en el sofá y suplicando por verle. Sí, suplicando... nunca más. 

Lección 1: nadie, nadie, merece que yo suplique; nadie merece que yo pierda esa pizca de dignidad que perdemos al suplicar. Y menos, cuando pretendes que sea por una cuestión feliz, como es, felicitar el cumpleaños a alguien y tratar de robarle una sonrisa.

El año pasado, tuve que trabajar el día de la segunda mona. Pasó algo? Colisionaron meteoritos? No. Trabajé y me fui a casa.

Lección 2: hasta lo más sagrado, pierde fuerza, cuando es necesario. Soy moldeable a cada situación y debo de adaptarme. No hay obstáculos para mí, sólo los que yo quiera ver.

Este año, tenía dos opciones, quedarme en casa y dedicarme a mí, o irme con mis amigos, esos que son fieles a la playa. Resultado? Opté por ir con una persona que decía necesitarme, obteniendo por su parte un cambio de planes de 180º sin consultarme y dejándome de lado. Y no fue la única persona ese día, dos más. Pero, no pasa nada. Me dediqué a mí, cosa que me sentó fenómeno.

Lección 3: sé fiel a ti mismo y quien te sea fiel. Desde aquí, un "lo siento" a esos amigos que siempre son fieles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario