martes, 10 de abril de 2012

El ángel negro

Anoche, al cerrar los ojos, el ángel negro, vino a velar mis sueños. Y así, con el roce de sus alas, espoleó las peores sensaciones y visiones.
Anoche soñé con el ángel negro, con su mirada de acero, esa que era fría y cortante; esa que sabía herir de verdad, infringiendo profundas heridas en el alma.
Anoche soñé que sus ojos, su rostro cargado de odio, me hacían pagar por un pecado que no entiendo, y que no había suficiente dolor para mí, porque él quería que sufriera, que llorara y que suplicara hasta el fin de los días.
Me he despertado con las espinas de aquel ángel clavadas en el pecho. Sangraba.
Pero, me he levantado, me he mirado al espejo. Me he dicho a mí misma, que se me hará el daño que yo me deje, lo cuál, para ciertos ángeles, las cuotas aceptadas son de, bajo cero.
Porque si en mi religión no existe ese pecado, no tengo por qué expiarlo.

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