martes, 15 de noviembre de 2011

Pequeña guerrera...no sueltes la espada

Corro… corro por el húmedo césped; el frío me corta las mejillas con total impunidad. Me falta el aire, pero no paro. No. Me repito una y otra vez, que el límite me lo pongo yo… que no tengo límites… y así, encuentro el empuje para seguir corriendo. Doblo mi cintura el césped húmedo con las yemas de mis dedos.  Noto mi espalda empapada en sudor y toco con mis dedos el frío y húmedo suelo. Es entonces, cuando mi sudor se enfría, y se desliza del principio al final de la espalda, produciéndome un escalofrío, como si unos dedos, la recorriesen.

UNO; FONDO
DOS; FONDO
TRES; FONDO
CUATRO; FONDO
CINCO; FONDO
SEIS; FONDO
SIETE; FONDO
OCHO; FONDO
ESTOCADA!
REAFIRMAMOS LA GUARDIA…

Y así innumerables veces, hasta que no hay aliento. Vamos pequeña guerrera, que tu arma sea la prolongación de tu brazo… vamos pequeña guerrera, no desfallezcas… Vuelve a empezar:

UNO; FONDO
DOS; FONDO
TRES; FONDO
CUATRO; FONDO
CINCO; FONDO
SEIS; FONDO
SIETE; FONDO
OCHO; FONDO
ESTOCADA!
REAFIRMAMOS LA GUARDIA…

Duelen los brazos, duele el codo, duele la muñeca, pesa la espada; pero yo sigo, y sigo, no me paro, no cejo en mi empeño. El dolor es para los débiles; yo ya no siento dolor. Cada mueca de dolor contenido es un triunfo, personal. El dolor es desprenderse de las debilidades.
Y es entonces, entre el sudor frío y la adrenalina, cuando aparece la luchadora, la guerrera, la que es capaz de herir antes que la hieran. Porque en la vida, como en la guerra, hay que morir luchando. Es, entonces, cuando hago daño. Hay una delgada línea entre hacer el bien, ser bienhechora, cuidadora a herir. Un tropel de imágenes se me vienen a la cabeza y no todas ellas conllevan daño físico. Puedo hacer daño, me pueden hacer daño. Dejo de ver, me pierdo en mis tinieblas y mis ojos se convierten en agua nieve. Mi espada se desliza por mi mano, pero mi profesor, me obliga a asirla con fuerza, mirar a mi compañero de armas a los ojos. Me disculpo, ante todo, tenemos honor. Levanto la cabeza y sigo luchando. Como en la vida, a pesar del daño causado o recibido, uno vuelve a alzar su arma, mira a los ojos a su adversario y sigue luchando. Y si no, recuerda, que una vez hubo un abril... y luego, tuviste otro... coge la espada pequeña guerrera y nunca bajes la guardia.

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