miércoles, 4 de abril de 2012

Subida en un carrusel

Hace tiempo que no escribo, lo sé... y eso que tengo un par de buenos monólogos... pero esos me los guardaré para mi intimidad.
Pero la ocasión lo merece.
Esta tarde charlando con un compañero, me contaba que hay un bolero que le hacía llorar cada vez que lo oía, que le hacía pensar en su Antonia, la mujer con la que empezó a salir con quince años, y con la que a sus sesenta sigue unido. Le miro embobada por sus palabras, impactada, por cómo mi compañero, con su genio y figura es capaz de derramar una lágrima con un bolero... pero escéptica que, en los tiempos que nos ha tocado vivir, exista ese amor perdurable, infinito, puro y sobretodo, leal. Me ha preguntado:
- Inés, cuánto hace que no lloras con una canción?
Le miro, aunque en realidad, miro al vacío, a la nada, a la infinidad del blanco sucio que hay detrás de él. 
-Mucho, Paco. Sólo hay dos canciones que me hacen llorar.
Pero mis ojos están secos, como el tocón de un árbol donde ha arreciado el fuego. Mi alma, calcinada. 
Le hablo de mis dos canciones, las canto, pero cuando intento escucharlas... me dobla en dos una náusea acompañada por un dolor punzante. Y ya me niego a ser víctima de esas torturas.
Vuelvo a casa, con la canción que ahora pongo resonando en mis oídos. Y la cabeza muy alta. Dejo atrás un Alicante negro, que presagia lluvia. Sonrío y veo caras... a las que beso, a las que perdono, a las que abrazo, a las que consuelo. Sonrío. Me siento tan bien...
Llueve. Me encanta que llueva, me encanta el tono gris del cielo, el olor a limpio. Me siento hoy tan feliz, y sin  motivos... compro un pequeño rosal y una planta con unas preciosas flores blancas. Saco todas mi macetas a la calle donde puedan aspirar ese aire puro. I can't take my mind of you... sigo recitando en mi interior.
Y este bendito carrusel que es la vida... pienso mientras oigo la tamborada que anuncia que comienza alguna procesión cercana. El año pasado, por estas mismas fechas, yo me encontraba aletargada por exceso, temblorosa por defecto, varada en un pilón de arena en medio en un vasto océano, mendigando una mirada que no llegaba, o una muerte que no me abrazaba...perdida...muerta. Hay que dejar pasar 365 días, para quererse mucho, mirarse al espejo y pensar que nunca más me voy a dejar manipular, menospreciar o infravalorar... para disfrutar de los pequeños placeres y los retos diarios; dar tiempo al tiempo. Y si el año pasado, pasé el día de mona, ése, que tanto me gusta, echa un ovillo en el sofá de casa mendigando cariño y perdón a través de un móvil, sintiéndome como una polilla que se golpea una y otra vez contra una bombilla... este año, dieciséis personas y una servidora, nos vamos a pasar el día juntos. Cada uno distinto, pero todos ellos especiales para mí a su manera. Saca la guitarra, nena... que tengo ganas de cantar..."no puedo vivir sin ti...no hay manera" ; ) Estaremos en crisis, eso nadie lo duda, pero qué bonito, es estar en crisis todos juntos...
Y lo mejor de todo, mi hambre por escribir ha vuelto arreciando con fuerza. Curioso es, que en estos tiempos con olor a ceniza, a una le dé por innovar con una historia nueva. Hace cuánto que no tenía ideas para un relato nuevo? Cinco años? Demasiados.


2 comentarios: