jueves, 1 de diciembre de 2011

Según Virginia...un "de repente"

Había una vez, un hombre, que no se podía mover;  pasaba los días, perenne, quieto. Aquel hombre un buen día decidió subirse a una colina, echó raíces y se convirtió en un árbol. Su amante vio cómo los brazos a los que amaba se convertían en ramas rígidas, vio cómo se anclaba al suelo y jamás volvió a articular palabra. Sus ojos se llenaron de lágrimas, enmudeció de rabia, y su corazón, fue arrancado de su pecho y vio cómo a sus pies, lentamente dejaba de latir.
Mientras todo eso ocurría, se desató una tormenta, el cielo se pintó de girones grises, la joven comenzó a tiritar de frío; el viento, despiadado empezó a balancear el árbol, que a duras penas aguantaba los embistes. La joven vio cómo su árbol se convertía en un borrón en el horizonte y cómo sus hojas, arrancadas con violencia, arañaban su cara. Notó cómo sus rodillas vacilaban, y cuando creía que iba a caer de bruces sobre la húmeda hierba, una calidez inesperada la envolvió, alejándola del frío; vio que su corazón ya no yacía moribundo en el suelo y notó cómo unos brazos la rodeaban por la espalda, sosteniéndola y obligándola a no caer. A sus espaldas, oyó un susurro “Strib nicht vor mir”
Y la muchacha, se acurrucó contra aquellos brazos reales, que la acunaban y le daban calor. Aquellos brazos que sin promesas vacías, sin utilizar una lengua falaz, prometían protegerla y amarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario